sábado, 5 de junio de 2010

CRONICA DE MIS CAMINATAS

Todas las mañanas tengo la maravillosa oportunidad de realizar una caminata en un hermoso parque de la ciudad en donde vivo, experiencia que además me permite estar con mis pensamientos, tomando conciencia de mi cuerpo y de mi ser.

Hacer contacto con el ambiente permite hacernos participes del movimiento natural de las cosas, disfrutando del canto de los pájaros que se amalgama con el ritmo de la caminata, el viento que oxigena el cuerpo y un murmullo constante de la imponente cascada que invita a relajar, dejando que los pensamientos vuelen para sentir una liberación total.


Además de permitirme realizar un trabajo personal, diariamente tengo la fortuna de cruzarme con una diversidad de seres que al igual que yo disfrutan de esta experiencia, cada uno con su motivación personal. Esta interacción me permite enfrentarme con situaciones humanas geniales, como el que se baña en perfume antes de ir a trotar, los que hacen yoga, la señora que trata de verse el aura de las manos a través de los rallos de sol que atraviesan las hojas de los arboles, nunca falta un señor muy entrado en años que me pasa trotando no menos de cinco veces mientras yo hago la caminata, el que va con su Ipod escuchando su música favorita, una única señora que perturba con su audio, que por cierto, hace poco descubrí que se trataba de una grabación cristiana y en ese momento diviso un grupo de hombres musulmanes que caminaban conversando entre ellos, mientras atrás, muy atrás venían dos mujeres ataviadas con sendas Burkhas, totalmente de negro y en donde no se le divisaba ni siquiera el contorno de los ojos.


En ese momento se me ocurrió pensar que sería interesante saber que pasa por la mente de esas mujeres que desde el interior de su escondite observan el mundo, que además se cruzan con una mujer que a todo volumen proclama de manera exagerada la palabra de su Dios, ambas seguidoras de sus dioses, con reglas y creencias, paradigmas que coartan o liberan.


Por un instante, mi lado feminista se sintió perturbado y me encontré juzgando esa condición en la que esas mujeres han vivido durante cientos de años. A la final concluí que nadie tiene la potestad de definir lo bueno o lo malo para cada quien, cada ser se permite vivir lo que le toca vivir y tiene la libertad de afrontarlo de la manera que le plazca, con alegría o sufrimiento, con odio o con amor…..


La decisión es de cada quien, vivir la vida de una manera u otra es una opción personal, que a la final es lo que enriquece la espectacular diversidad que tenemos en casa, nuestro planeta.

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